jueves, 18 de febrero de 2016

La oración



Usted puede estar seguro de que el Señor contestara a su oración

Mateo 7:7 y 8.
 
Jesús está en la capacidad de contestar cada una de sus oraciones, el problema es que en muchas ocasiones pedimos mal. Santiago 4:3


En el Sermón del Monte, el Señor vuelve a hablarnos con insistencia acerca de la oración, y desea estampar en nuestras mentes esta verdad: que podemos, debemos y tenemos que esperar muy confiadamente una contestación a nuestra súplica.

Y es que, siguiendo en importancia a la revelación del amor del Padre, una verdad irrefutable que nadie puede eludir es ésta: todo aquel que pide, recibe.

Que el Señor haya estimado necesario repetir en tantas formas - pedid, buscad, llamad - La misma verdad es una lección de profundo significado. Demuestra que Él conoce nuestro corazón, cuán natural en nosotros son la duda y la desconfianza y cuán fácilmente nos inclinamos a tomar por entendido que la oración es un trabajo religioso aún sin contestación.

El Señor bien sabe también que aun cuando creemos que Dios escucha la oración, no obstante, esta clase de oración de plena y vigorosa fe, que se aferra a las promesas, es espiritualmente demasiado elevada y difícil para un discípulo apocado y temeroso.

Así, en los mismos comienzos de su instrucción para quienes desean aprender a orar, Cristo procura fijar esta verdad en lo profundo de sus corazones.

Ésta es la ley fija y eterna del Reino: pedid, y se os dará.

Por consiguiente, si pedimos y no recibimos, tiene que  ser porque hay algo erróneo en nuestra forma de orar.

Pedid, y se os dará`; Cristo no tiene en toda su escuela un estímulo más potente para la perseverancia en la oración que éste.

Tengamos pues, cuidado de no debilitar la Palabra con nuestra sabiduría humana, sino que, cuando Cristo nos declare cosas celestiales, creámosle, y su Palabra se explicará a aquel que la crea plenamente.

Bendiciones y hasta pronto

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