Mateo 7:7 y 8.
Jesús está en la capacidad
de contestar cada una de sus oraciones, el problema es que en muchas ocasiones
pedimos mal. Santiago 4:3
En el Sermón del Monte, el
Señor vuelve a hablarnos con insistencia acerca de la oración, y desea estampar
en nuestras mentes esta verdad: que podemos, debemos y tenemos que esperar muy
confiadamente una contestación a nuestra súplica.
Y es que, siguiendo en
importancia a la revelación del amor del Padre, una verdad irrefutable que
nadie puede eludir es ésta: todo aquel que pide, recibe.
Que el Señor haya estimado
necesario repetir en tantas formas - pedid, buscad, llamad - La misma verdad es
una lección de profundo significado. Demuestra que Él conoce nuestro corazón,
cuán natural en nosotros son la duda y la desconfianza y cuán fácilmente nos
inclinamos a tomar por entendido que la oración es un trabajo religioso aún sin
contestación.
El Señor bien sabe también
que aun cuando creemos que Dios escucha la oración, no obstante, esta clase de
oración de plena y vigorosa fe, que se aferra a las promesas, es
espiritualmente demasiado elevada y difícil para un discípulo apocado y
temeroso.
Así, en los mismos
comienzos de su instrucción para quienes desean aprender a orar, Cristo procura
fijar esta verdad en lo profundo de sus corazones.
Ésta es la ley fija y
eterna del Reino: pedid, y se os dará.
Por consiguiente, si
pedimos y no recibimos, tiene que ser porque hay algo erróneo en nuestra
forma de orar.
Pedid, y se os dará`;
Cristo no tiene en toda su escuela un estímulo más potente para la perseverancia
en la oración que éste.
Tengamos pues, cuidado de
no debilitar la Palabra con nuestra sabiduría humana, sino que, cuando Cristo
nos declare cosas celestiales, creámosle, y su Palabra se explicará a aquel que
la crea plenamente.
Bendiciones y hasta pronto
No hay comentarios:
Publicar un comentario