jueves, 1 de diciembre de 2016

La fe... Hebreos


La fe
Hebreos


Un grupo de cristianos estaba reunido en una casa discutiendo el estado del mundo.

Comentaron sobre los temores, las tensiones, el sentido de insignificancia que prevalece en tantos círculos estos días.

Surgió la pregunta: ¿Qué podemos hacer sobre esto?

Como cristianos, sabían la respuesta a los problemas del mundo, pero el problema era: ¿Cómo hacer que el mundo crea la respuesta?

Entre ellos había un joven cristiano que estaba afligido por la discusión.

Con una mirada de preocupación, dijo: ¿Por qué el mundo no cree lo que tenemos que decir?

Entonces añadió: Creo que es porque tantos cristianos no actúan como que ellos mismos se lo creen.

Entonces preguntó algo lógico, pero controvertido: ¿Cómo podemos hacer que los cristianos crean lo que creen?

Ese es el mismo tema del libro de los Hebreos: Cómo hacer que los cristianos crean.

Esto es lo que el mundo está esperando ver y la razón por la que la carta fue escrita.

Esta carta a los Hebreos fue dirigida a un grupo de cristianos judíos que habían comenzado a distanciarse, tanto que comenzaron a perder su fe.

Habían perdido toda conciencia de la relevancia de su fe en los asuntos diarios de la vida.

Habían comenzado a deslizarse hacia el desempeño externo y formal de la religión, perdiendo el sentido exacto de la realidad interna, osea la vida espiritual.

Las dudas estaban comenzando a entrar en sus corazones desde algunas de las filosofías humanísticas que abundaban en el mundo de su día, como abundan en nuestro mundo hoy en día.

Algunos estaban a punto de abandonar su fe en Cristo, no porque estuvieran atraídos de nuevo por el ritual y la ceremonia judía, sino a causa de la persecución y la presión.

Sentían que no valía la pena, que estaban perdiendo demasiado, que era posible que hubieran sido engañados y que el mensaje de Cristo no fuera verdad al final.

Nadie sabe exactamente donde vivían estos cristianos.

Algunos sienten que esta carta fue escrita a los cristianos hebreos viviendo en la ciudad de Roma.

Otros creen que fue escrita a los creyentes en Jerusalén.

Esa es mi convicción personal.
Si alguien deseaba influenciar el mundo de los judíos cristianos, ciertamente ese sería el lugar para comenzar.

Nadie sabe de cierto quién escribió la carta.

En una versión dice: La Epístola de Pablo el Apóstol a los Hebreos.

Era una broma favorita en el instituto preguntar: ¿Quién escribió la epístola de Pablo a los hebreos?

Nadie lo sabe de cierto.
Si lees esta carta en inglés estás casi seguro que fue Pablo el que la escribió, ya que tantos pensamientos son obviamente paulinos.

Pero si la lees en griego estás igualmente cierto que Pablo no la escribió, ya que el lenguaje utilizado es distinto al de las otras cartas de Pablo.

Ha habido muchas suposiciones a lo largo de los siglos, incluso Lucas, Silas, Pedro, Apolos, Bernabé, y hasta Aquila y Priscila.

Algunos han sentido que Priscila la escribió; si es así, esta sería la primera carta del Nuevo Testamento escrita por una mujer.

Es mi propia convicción que Pablo la escribió en hebreo mientras estaba en prisión en esos dos años en Cesarea después de su visita a Jerusalén, y que fue traducida por Lucas al griego, y esa es la copia que nos ha llegado a nosotros hoy.

Fuera quien fuera el escritor, vio una cosa claramente: que Jesucristo es la respuesta a cada necesidad humana.

Ningún libro del Nuevo Testamento se enfoca sobre Cristo como el libro de Hebreos.

Es la presentación más clara y sistemática de la disponibilidad y la suficiencia de Jesucristo en toda la Biblia.

Presenta el cristianismo como la religión perfecta y final, simplemente porque la incomparable Persona y obra de Jesucristo permite a los hombres un libre e ilimitado acceso a Dios.

En cada edad esa ha sido la desesperada necesidad del hombre.

Bendiciones y hasta pronto

martes, 5 de julio de 2016

Un grito de esperanza



Lucas 11:2-4
Él les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu Reino. Lucas 11:2ª

Este es un grito de oración, donde con desesperación y anhelo buscamos a Dios, pidiendo que Venga su reino.

Ahora este puede ser un suspiro por el cielo. Y la pregunta más acertada podría ser
¿Quién de nosotros no añora el cielo?

Creo que toda la raza humana anhela ser libre del aburrimiento de esta vida y experimentar la gloria que leemos en la Biblia.

O esto podría ser, como debería ser, un clamor para que el Trono de Dios venga a la tierra.

Ósea: Venga tu Reino, significando que los reinos de este mundo se conviertan en el reino de nuestro Padre Celestial y de Su Hijo Jesucristo.

Hay mucho en las Escrituras sobre esto. Ahora bien: ¿Quién de nosotros no está cansado de la guerra y la pobreza enfermiza que agobia a los seres humanos sin sentido?

¿Quién no está cansado de la miseria, la desesperación, y anhela que venga el día cuando Dios reinará en justicia sobre toda la tierra?

Pero creo que esta oración es más que eso.
Es más que un vistazo anhelante al futuro, ya sea aquí en la tierra o en el mismo Cielo.

Entonces: este es un clamor suplicando que la voluntad de Dios sea hecha, por medio de la sangre, el sudor y las lágrimas de la vida humana.

Eso es lo que anhelamos: Venga tu reino a través de las adversidades que estamos enfrentando en este mismo instante.

Eso es lo que significa esta oración.
Las Escrituras nos revelan una verdad que el hombre nunca sabría por sí mismo, pero que se vuelve obvia al ver la vida por medio de los lentes de la Palabra de Dios.

Y sencillamente es eso, que Dios está construyendo Su reino en secreto, por decirlo de alguna manera.

Cuando es menos evidente que Él está obrando, es indiscutiblemente el tiempo en el que está logrando sus objetivos en y por medio de nosotros.

Entonces podemos concluir que detrás de los andamios de las adversidades y la desesperación, Dios continuamente está construyendo Su imperio de amor y gloria.

En estas pruebas, donde las adversidades, desilusiones, penas y desastres, donde cuando creemos que Dios está ocupado en otras cosas más importantes que nosotros.

Y creemos que hemos sido abandonados, cuando nos sentimos como que Dios ha retirado Su mano y ya no sentimos la amistad de Su presencia, es precisamente cuando Él esta perfeccionándonos para su Reino.

Una vez me senté con un hombre anciano que me contó la historia de su vida.

Había pasado por un aterrador accidente que le había dejado una marca física, pero un matrimonio roto le había causado una cicatriz incluso más profunda.

Había crecido en una iglesia y, antes de que le ocurrieran estas cosas, su perspectiva era la de un santurrón que juzgaba a todo aquel que a su juicio, sus vidas no eran cónsonas con la santidad de Dios.

Era como una especie de aguijón para aquellos que no lograban ser libres de las dificultades y problemas.

Pero dijo: ¿Sabes qué?, la humillación de mi divorcio me hizo darme cuenta de mi actitud farisaica.

Y sé que nunca hubiese llegado a mi vida el consuelo presente y el entendimiento de la voluntad de Dios si no hubiese pasado a formar parte del inventario del divorcio.

Es por medio de estos caminos que Dios construye Su reino.

¡Qué glorioso misterio es este!
De la oscuridad Dios convoca la luz; de la desesperación y la esperanza.

De la muerte viene la resurrección.
No puedes tener resurrección sin muerte, esperanza sin desesperación, o luz sin oscuridad.

Por medio de la derrota, el reino de Dios nace en los corazones de la raza humana.

Esto es lo que significa esta oración.
Oh Señor, no soy más que un niño pequeño.
No entiendo los misterios de la vida.

No conozco los caminos del mundo de los hombres, pero, Señor, te pido que mediante estas mismas circunstancias en las que me encuentro, por medio de las presentes dificultades, de estas batallas presentes, venga Tu reino.

Padre, con qué frecuencia malentiendo la vida, aunque te has tomado tantas molestias para enseñarme los secretos de la vida.

¿Cuantas veces, Padre, me he rebelado en algún resentimiento necio en contra de Tu Obra y tu Santa Voluntad?

Pero también he visto que por medio de estas horas de resentimiento y amargura, Tú has estado obrando con tu amor para traerme al entendimiento de la realidad, para traerme de nuevo a Tu presencia e inundarme de tu amor inefable puro y sincero.

Ahora la pregunta de mayor importancia seria la siguiente: ¿Estamos orando con una anticipación jubilosa por el reinado triunfante de Cristo en la tierra?

¿Estamos suplicando simultáneamente por Su reinado Triunfante en nuestro caminar personal y diario con Él?
Por favor revisemos nuestro corazón.

Bendiciones y hasta pronto

jueves, 23 de junio de 2016

Paz por medio de La oración



1 Samuel 1:1-2:11
         
Ella (Ana), con amargura de alma, oró a Jehová y lloró desconsoladamente.

E hizo voto diciendo: ¡Jehová de los ejércitos!, si te dignas mirar a la aflicción de tu sierva, y te acuerdas de mí y no te olvidas de tu sierva, sino que das a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja por su cabeza. 1ro Samuel 1:10-11

A primera vista parecería que este es un tipo de oración de regateo de Ana, que se está ofreciendo a devolverle el niño al Señor sólo si el Señor se lo da a ella primero para que ella lo pueda disfrutar.

Es posible leer este relato de esa forma, pero si nos fijamos de cerca, podemos ver lo que realmente está ocurriendo aquí, ya que estoy seguro que esta no es la primera vez que Ana ha orado en Silo por un hijo.

Todo el tiempo había soñado tener un hijo propio, un niño pequeño a quien querer y con quien acurrucarse, para enseñarle a andar, para leerle cuentos, para verle crecer hasta convertirse en un hombre fuerte, limpio, un buen joven, el orgullo de su vida.

Lo quería para sí misma, y frecuentemente oraba por eso, pero su oración no era contestada.

En esta ocasión, sin embargo, su oración era diferente.

Habiendo pasado por años de infecundidad y habiendo pensado sobre los problemas profundamente, se dio cuenta por primera vez de algo que nunca había sabido antes.

Se dio cuenta de que los hijos no son sólo para los padres; son para el Señor.

Son dados a los padres, prestados por un tiempo, pero las razones por las que nos lo dan es para que el Señor los utilice.

Ciertamente este relato indica que este niño pequeño que fue nacido al final Samuel era el siervo que Dios utilizaría para satisfacer la necesidad de una nación.
Sin duda Dios había enseñado a Ana profundamente durante estas horas de lucha por su esterilidad, así que en gran aflicción y con una intensa honestidad ora que Dios tenga lo que Él quiere, un siervo para Su gloria y Sus propósitos, y que la dejara ser el instrumento de esa bendición.

Inmediatamente leemos del cambio extraordinario en el corazón de Ana, ya que el relato dice: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho, le dijo Elí.

Halle tu sierva gracia delante de tus ojos respondió ella.

Se fue la mujer por su camino, comió, y no estuvo más triste. 1 Samuel 1:17-18

Inmediatamente, la paz de Dios había comenzado a guardar su corazón y espíritu.

Pues, el nacimiento del bebé no ocurrió hasta meses después, pero cuando el bebé nació ella lo llamó Samuel, que significa: Pedido de Dios.
Dios le había concedido su petición, pero había paz en el corazón de Ana desde el mismo momento de su oración.

Este es un bello comentario sobre un bien conocido pasaje en Filipenses 4, donde Pablo dice: Por nada estéis angustiados, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.

Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús Filipenses 4:6-7.

Esto es lo que Ana experimentó aquí.
Este es el misterio de la oración que está disponible para nosotros, para comunicar paz a nuestros corazones cuando estamos preocupados por las circunstancias de nuestras vidas.

Gracias, Padre, por la paz que me puedes dar al ceder a Ti en oración.
Gracias, porque sabes lo que necesito y cuando lo necesito.

Nuestro Padre sabiamente deniega la petición motivada por el interés propio.

En vez de estar abatidos, o de echarle la culpa a Dios, ¿deberemos pedirle que enfoque de nuevo nuestros corazones hacia Su voluntad y Su gloria?
¿Hemos estado rehusando Su paz al insistir que Él lo haga de nuestra forma?

Bendiciones y hasta pronto