Juan 1:14
En cada mención
y descripción de Jesús, la Biblia declara el poder y la trascendencia de la
encarnación.
La palabra
encarnación procede de la voz latina carne, y significa… en carne. Juan
comienza su evangelio diciéndonos estas notables palabras: Que Dios se ha
revelado, no como una zarza ardiente o como una tormenta ensordecedora, sino
como un ser humano, como Jesús Véase Juan 1:14.
Esta revelación
en carne es diferente a todas las demás, tanto es así que Jesús dice a sus
discípulos: El que me ha visto, ha visto al Padre Juan 14:9 y 12:45. La
encarnación nos reveló a Dios y al misterio de la Trinidad, y toda
consideración de lo que eso significa debe comenzar aquí.
Una de las
doctrinas fundamentales de la fe cristiana es que Jesucristo fue una persona
con dos naturalezas, que era plenamente Dios y plenamente hombre. Desde el
Concilio de Calcedonia… año 451 d.C., la iglesia ha afirmado que la Biblia
enseña que Jesucristo tiene todos los atributos de Dios, y todos los atributos
del ser humano.
Jesús podía
perdonar pecados y calmar las tormentas, pero también tener hambre y
experimentar sufrimiento. Lo que solamente Dios podía hacer, Jesucristo lo
hizo.
Lo que solo los
seres humanos podían experimentar y saber, Jesús lo experimentó y conoció.
A diferencia del
Salvador, nosotros venimos al mundo siendo parte de la descendencia de Adán,
heredando su naturaleza pecaminosa y desobediente. Romanos 5:12
La Biblia dice
claramente que Cristo era plenamente humano, pero que también era… y es libre
de pecado. ¿Cómo es posible esto? En primer lugar, debemos notar que el pecado
no es un elemento esencial de la condición humana.
Dios no creó a
la humanidad para pecar.
Ésta se volvió
pecadora por la desobediencia de Adán. Por otra parte, debido a que nacemos
pecadores por naturaleza, también elegimos cometer pecados. En otras palabras,
el gran problema para nosotros no es que seamos humanos, sino que somos seres
humanos caídos, y la decisión de pecar es nuestra.
Pero en Cristo,
nos convertimos en nuevas criaturas y recibimos un corazón nuevo. Ya no
seguimos siendo enemigos de Dios Romanos 5:10. Y cuando Jesucristo vuelva en su
gloria, quienes le llamamos Señor y Salvador seremos transformados en un estado
absolutamente libre de pecado y glorificado.
En segundo
lugar, Dios Hijo es plenamente Dios.
Él ha existido
eternamente antes de que Adán fuera creado y, por lo tanto, carece de pecado;
pero esto no quiere decir que Él fuera, de alguna manera, supehumano. Antes
bien, esto pone de relieve el efecto terrible del pecado de Adán en todos sus
descendientes. De modo que no debemos restar importancia a la vida sin pecado
que tuvo Cristo, y tratar eso como que tenía que ser así.
La Biblia es
clara al decir que Cristo, como alguien que fue plenamente humano, tuvo la
opción de pecar o no. Pero, a diferencia de los demás seres humanos, Jesús
decidió someterse a Dios Padre Hebreos 4:15. Subestimar esto creyendo que eso
tenía que ser así, es menospreciar el profundo dolor de Jesús, sus fervorosas
súplicas, y su magnífica obediencia en el Getsemaní.
Erramos cuando
limitamos nuestro análisis de la encarnación solamente a los pasajes que
mencionan el nacimiento de Cristo. En ese momento, Dios Hijo experimentó un
cambio que no puede ser comprendido, un cambio que sigue siendo incomprensible
ahora y que seguirá siéndolo por toda la eternidad.
Él condescendió
a convertirse en humano, y a ser plenamente Dios y plenamente hombre. En otras
palabras, cada vez que el Nuevo Testamento habla de Jesús, proclama la encarnación.
Jesús vino a cumplir la gran obra de Dios en la salvación, para ser el
sacrificio perfecto, para traer la reconciliación, y para rescatar a su pueblo
de este presente siglo malo.
La vida
encarnada
La encarnación
se refiere a Dios Hijo haciéndose presente en carne, pero ¿significa esto que,
en cierto sentido, la encarnación continúa en la iglesia, en la vida de los
creyentes?
La iglesia es
llamada, después de todo, el cuerpo de Cristo. La Palabra de Dios dice
claramente que el espíritu de Cristo habita dentro de sus seguidores. Además,
por su gracia, Dios sigue transformándonos, haciéndonos más como Él. Llegamos a
ser, semejantes a Cristo, porque es Él quien vive en nosotros Véase Gálatas
2:20. Pero tengamos cuidado de no confundirnos.
Cada vez que el
Nuevo Testamento habla de Jesús, proclama la encarnación. Jesús vino a cumplir
la gran obra de Dios en la salvación.
La encarnación
se refiere a Jesús como una persona con dos naturalezas divina y humana. No
debemos pensar que la encarnación es simplemente Cristo habitando en un cuerpo
humano. La carne no era simplemente de lo que Él estuvo revestido.
En otras
palabras, Dios encarnado no es otra forma de decir que Dios residió en un
cuerpo humano. Equiparar la presencia de Cristo en nuestra vida con la
encarnación, pasa por alto esta importante distinción. Lo que, es más, cuando
confesamos a Cristo como Señor y Salvador, y nos arrepentimos de nuestros
pecados, el Espíritu Santo viene a habitar en nosotros y comienza el trabajo de
transformarnos a la semejanza del Señor.
Pero no nos
convertimos en Cristo, ni tampoco adquirimos dos naturalezas, en el mismo
sentido de Cristo.
Pero no nos
quede la menor duda de que, cuando confesamos a Cristo como nuestro Señor y
Salvador, algo extraordinario ocurre. No actuamos simplemente de manera
diferente. Somos diferentes. Somos nuevas criaturas que pertenecemos a una
nueva humanidad; somos ahora de la línea de Cristo, no de Adán 2 Corintios 5:17.
Amamos a Dios
Padre como lo ama Cristo.
Amamos a los
demás como lo hace Cristo. El Espíritu Santo hace su tabernáculo en nosotros, y
nos volvemos más como el segundo Adán, y menos como el primero. Significa que
anhelamos el día del regreso de Cristo.
Y, hasta que eso
suceda, proclamamos a Cristo al mundo porque sabemos quién es Él… el Verbo que
se hizo carne y habitó entre nosotros.
Bendiciones y
hasta pronto