Resucitados
con Cristo
Efesios 2:1-10Reina-Valera 1960 (RVR1960)
2 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais
muertos en vuestros delitos y pecados,
2 en los cuales
anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al
príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de
desobediencia,
3 entre los cuales
también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne,
haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza
hijos de ira, lo mismo que los demás.
4 Pero Dios, que es
rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,
5 aun estando nosotros
muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois
salvos),
6 y juntamente con él
nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo
Jesús,
7 para mostrar en los
siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con
nosotros en Cristo Jesús.
8 Porque por gracia
sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;
9 no por obras, para
que nadie se gloríe.
10 Porque somos hechura
suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de
antemano para que anduviésemos en ellas.
Introducción
La historia de la humanidad ha demostrado que el hombre
no es capaz de crear una sociedad justa, libre, humana y tranquila. El hombre
mismo parece estar fuera de su centro.
Con este panorama de fondo, el apóstol Pablo nos invita a
reflexionar en este pasaje en la carta a los Efesios.
Primero nos conducirá hasta las profundidades del
pesimismo acerca del hombre: Estabais muertos en vuestros delitos y pecados. Y
luego nos llevará a las alturas de la gloria de Dios: Nos hizo sentar en los
lugares celestiales con Cristo Jesús.
Nos mostrará lo que el hombre es por naturaleza y lo que
puede llegar a ser por la gracia de Dios.
En el capítulo 1 Efesios 1:15-23, Pablo había estado
orando por sus lectores para que Dios les diera espíritu de sabiduría y de revelación
en el conocimiento de él para que de esta forma pudieran llegar a entender las
riquezas de la herencia que les esperaba en el cielo, y también la
supereminente grandeza de su poder que estaba a su disposición, y de la que
Dios había hecho una demostración histórica al levantar a su Hijo de entre los
muertos y exaltarlo sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y
sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el
venidero.
Cuando llegamos al capítulo 2, vamos a encontrar que este
triunfo glorioso que Cristo experimentó sobre la muerte, es compartido con todos
aquellos que creen en él: Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos
en vuestros delitos y pecados.
1) Lo que somos por naturaleza
El apóstol Pablo comienza haciendo una descripción depravada
y moledora de la condición humana apartada de Dios en la que están incluidos
todos los hombres: estabais muertos Efesios 2:1 también todos nosotros lo mismo
que los demás Efesios 2:3.
En los tres primeros capítulos de romanos, Pablo
desarrolla el mismo argumento para concluir que tanto los paganos, como los
judíos y finalmente toda la humanidad son culpables ante Dios por sus pecados.
Por supuesto, muchas personas discuten este diagnóstico
que Dios ha dejado escrito en las páginas de la Biblia
Algunos estarían dispuestos a admitir que hay algunas
áreas de sus vidas que necesitan de ciertos cambios, pero de ninguna manera
aceptarían un diagnóstico que los coloca como muertos, sin posibilidad de
recuperación. No se ven tan mal a sí mismos.
Otros siguen imaginando que el hombre tiene buen corazón
y que en tal caso hay que hacer algo para que brote y se manifieste. Sugieren
que con mejores leyes sociales, mayor bienestar y educación el ser humano puede
llegar a conseguir una sociedad justa.
Pero el problema de no tener un diagnóstico correcto del
origen y la gravedad de la situación del hombre, le lleva una y otra vez a
tomar medidas para solucionarlo que se muestran completamente inadecuadas.
Una enfermedad radical requiere un remedio radical, y
mientras el hombre siga fracasando en reconocer la gravedad de su condición,
seguirá poniendo remedios superficiales e ineficaces. Por supuesto que una
mejor educación es muy deseable, igual que leyes más justas que sean
administradas con justicia, pero todo ello no podrá rescatar al ser humano de
su estado de muerte espiritual.
En la próxima sección hablaremos un poco más de este
asunto.
Bendiciones y hasta
pronto