jueves, 23 de junio de 2016

Paz por medio de La oración



1 Samuel 1:1-2:11
         
Ella (Ana), con amargura de alma, oró a Jehová y lloró desconsoladamente.

E hizo voto diciendo: ¡Jehová de los ejércitos!, si te dignas mirar a la aflicción de tu sierva, y te acuerdas de mí y no te olvidas de tu sierva, sino que das a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja por su cabeza. 1ro Samuel 1:10-11

A primera vista parecería que este es un tipo de oración de regateo de Ana, que se está ofreciendo a devolverle el niño al Señor sólo si el Señor se lo da a ella primero para que ella lo pueda disfrutar.

Es posible leer este relato de esa forma, pero si nos fijamos de cerca, podemos ver lo que realmente está ocurriendo aquí, ya que estoy seguro que esta no es la primera vez que Ana ha orado en Silo por un hijo.

Todo el tiempo había soñado tener un hijo propio, un niño pequeño a quien querer y con quien acurrucarse, para enseñarle a andar, para leerle cuentos, para verle crecer hasta convertirse en un hombre fuerte, limpio, un buen joven, el orgullo de su vida.

Lo quería para sí misma, y frecuentemente oraba por eso, pero su oración no era contestada.

En esta ocasión, sin embargo, su oración era diferente.

Habiendo pasado por años de infecundidad y habiendo pensado sobre los problemas profundamente, se dio cuenta por primera vez de algo que nunca había sabido antes.

Se dio cuenta de que los hijos no son sólo para los padres; son para el Señor.

Son dados a los padres, prestados por un tiempo, pero las razones por las que nos lo dan es para que el Señor los utilice.

Ciertamente este relato indica que este niño pequeño que fue nacido al final Samuel era el siervo que Dios utilizaría para satisfacer la necesidad de una nación.
Sin duda Dios había enseñado a Ana profundamente durante estas horas de lucha por su esterilidad, así que en gran aflicción y con una intensa honestidad ora que Dios tenga lo que Él quiere, un siervo para Su gloria y Sus propósitos, y que la dejara ser el instrumento de esa bendición.

Inmediatamente leemos del cambio extraordinario en el corazón de Ana, ya que el relato dice: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho, le dijo Elí.

Halle tu sierva gracia delante de tus ojos respondió ella.

Se fue la mujer por su camino, comió, y no estuvo más triste. 1 Samuel 1:17-18

Inmediatamente, la paz de Dios había comenzado a guardar su corazón y espíritu.

Pues, el nacimiento del bebé no ocurrió hasta meses después, pero cuando el bebé nació ella lo llamó Samuel, que significa: Pedido de Dios.
Dios le había concedido su petición, pero había paz en el corazón de Ana desde el mismo momento de su oración.

Este es un bello comentario sobre un bien conocido pasaje en Filipenses 4, donde Pablo dice: Por nada estéis angustiados, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.

Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús Filipenses 4:6-7.

Esto es lo que Ana experimentó aquí.
Este es el misterio de la oración que está disponible para nosotros, para comunicar paz a nuestros corazones cuando estamos preocupados por las circunstancias de nuestras vidas.

Gracias, Padre, por la paz que me puedes dar al ceder a Ti en oración.
Gracias, porque sabes lo que necesito y cuando lo necesito.

Nuestro Padre sabiamente deniega la petición motivada por el interés propio.

En vez de estar abatidos, o de echarle la culpa a Dios, ¿deberemos pedirle que enfoque de nuevo nuestros corazones hacia Su voluntad y Su gloria?
¿Hemos estado rehusando Su paz al insistir que Él lo haga de nuestra forma?

Bendiciones y hasta pronto

martes, 21 de junio de 2016

El beneficio de la oración


1 Crónicas 4:9-10
Invocó Jabes al Dios de Israel diciendo: Te ruego que me des tu bendición, que ensanches mi territorio, que tu mano esté conmigo y que me libres del mal, para que no me dañe.

Y le otorgó Dios lo que pidió. 1 Crónicas 4:10
        
A primera vista esto parece una oración egoísta.

Suena como el hombre que oró: Bendíceme a mí y a mi esposa, a mi hijo Juan y a su mujer, nosotros cuatro y nadie más.

Pero Jabes no está realmente siendo egoísta. Estaba orando por algo que Dios quería que tuviera.

Esa es la diferencia entre ser personal y ser egoísta.

Las oraciones egoístas son oraciones que le piden a Dios cosas que Dios no quiere que tengamos, por lo menos no al momento, las oraciones demandantes que están interesadas tan sólo en nuestro propio bienestar inmediato, para nuestra propia satisfacción.

Pero Dios nos promete cosas grandes y poderosas a nosotros personalmente a las que nos podemos aferrar; así que el orar de esta forma no es egoísta, sino personal.

Fíjate más de cerca en estas cuatro peticiones.
Primero pide: Te ruego que me des tu bendición.
¿Qué es lo que quieres decir cuando oras por bendición?

Esta es una petición por un sentido interior de relación con Dios.
La bendición es acercarse a Dios, encontrarle, y conocerle personalmente.

Está orando: Señor, primero, sobre todo, que haya una conciencia de que Tú eres mi Dios, que yo te pertenezco a Ti y Tú me perteneces a mí.

Segundo, Jabes ora: que ensanches mi territorio.
Esta es una oración para oportunidad, para restauración, en su caso, de su herencia perdida, por un sitio en el que alzarse en medio de la cultura de su día, en el cual pueda conseguir un sentido de status y respeto.

Para nosotros significa el encontrar una forma en la que salir de aquello que nos está limitando, aquello que nos asedia y nos esclaviza.

Quizás te sientas como que estás en una situación en la que no tienes oportunidad de crecer, de avanzar y de ser satisfecho.

Si ese es el caso, esta es la oración apropiada para orar: Señor, dame esa oportunidad.

Tercero, pide: que tu mano esté conmigo. Esta es una oración que le viene naturalmente a los labios al pensar en la incertidumbre del futuro al que se enfrenta.

Todos nosotros nos sentimos de esta forma a veces.

No sabemos qué cambios repentinos e inesperados nos puedan ocurrir en nuestras vidas en el futuro.

Lo que a menudo queremos pedir es un vistazo a lo que nos espera.

Lo que realmente necesitamos no es sabiduría, sino una guía.

Es por esto que Jabes está orando: Señor, se tu conmigo.

Entra en el futuro conmigo.
Guíame para que pueda saber que cada paso del camino pueda confiar en el hecho de que Tú estás conmigo.

La última petición era: que me libres del mal, para que no me dañe.

Aquí hay una profunda conciencia de una herencia corrupta en la vida de este hombre joven.

Siente una debilidad interna en sí mismo que le asusta.
Veo esto en mucha gente.
Pueda que sea una tendencia al mal genio que destruye muchas oportunidades que podrían ser utilizadas para una ventaja.

Quizás sea la avaricia, algún deseo de adquisición de ganancia material para que puedas estar seguro y protegido, tener abundancia y hacer lo que quieras.

Fuera lo que fuera, sabe que Dios puede manejarlo.

No creo que orara esta oración sólo una vez. Es el tipo de oración que viene repetidamente a los labios humanos si realmente estás preocupado sobre dónde estás y reconoces qué es imposible, y qué difícil es la situación desde el punto de vista humano.

Este es el momento en el que debemos aferrarnos a la fórmula que Jabes encontró y que Dios utilizó para sacarle de sus circunstancias.

Gracias, Señor, por el vistazo a la vida de este hombre joven.
Me regocijo en las promesas que me rodean, el amor que me sostiene y la gracia que me guía.

¿Cuáles son los cuatro aspectos en la oración de Jabes que podemos sabiamente utilizar como reglas generales en nuestras peticiones personales?

¿Pedimos con una expectación audaz para que Dios abra y cierre puertas, para que podamos glorificarle al cumplir Su propósito para nuestras vidas?

Bendiciones y hasta pronto