jueves, 28 de mayo de 2015

El beneficio de las aflicciones





Me gozaré y alegraré en tu misericordia, Porque has visto mi aflicción; Has conocido mi alma en las angustias.

Muchas veces nos acercamos a Dios en oración pidiéndole que nos quite las aflicciones que nos atacan sin darnos cuenta de porque el Señor nuestro Dios las ha permitido.

Estoy plenamente convencido de que nuestro Dios proveerá la salida a cualquier dificultad que se presente en nuestra vida o en nuestro país, pero no lo hará hasta que tal dificultad nos muestre la verdad por la cual el Señor la permitió.

Creo que lo importante sería preguntarnos que quiere el Señor enseñarnos al permitir tales dificultades, es posible que este llamando nuestra atención a fin de que lo veamos como el Único soberano y buen Dios, como nuestro proveedor y como nuestro amigo.

Quizá de una u otra manera nos hemos olvidado de sus maravillas y ya no lo veamos como aquel que un día nos liberó de la esclavitud del pecado, es posible que por tal motivo nos muestra la senda del quebrantamiento con el firme propósito de acercarnos más a Él y así volvamos a verlo como lo más importante en nuestra vida, en nuestras familias, en nuestra sociedad, en nuestro trabajo, en nuestras escuela, en nuestras universidades, en nuestras empresas, en nuestro país y en nuestras Iglesias

¡Dígame! ¿Qué es más importante para usted? ¿Que el Señor quite las dificultades de su vida? O ¿Aprender lo que Él quiere enseñarle por medio de las dificultades?

Bendiciones y hasta pronto

martes, 26 de mayo de 2015

Nuestro crecimiento con Jesús




Cuando la vida cristiana comienza, empieza una carrera en la cual debemos desarrollarnos y madurar.

La expresión textual del apóstol Pablo nos invita a considerar si en realidad estamos satisfechos con la demanda de nuestro Señor Jesucristo de Ir y hacer discípulos. Tome nota Filipenses 3:14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

Aquí podemos entender que Pablo no estaba satisfecho por aquello que había logrado, no creía haber alcanzado el propósito que Dios había establecido para él como cristiano.

Pablo deseaba más y quería crecer, cambiar y seguía con paso firme su deseo de madurar. No quería quedarse atrás, y empezar a retroceder en su fe.

Por otro lado el nuestro soberano Padre Celestial nos insta a crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo 2 Pedro 3:18. Ósea el Señor desea que crezcamos, que avancemos a la madurez, que vayamos añadiendo virtudes a la fe.

Ahora bien: Para saber si estamos creciendo espiritualmente debemos analizarnos en los siguientes aspectos:

a) ¿Cómo reacciono ante las pruebas? Santiago 1:1-12
b) ¿Cómo resisto la tentación? Santiago 1:13 -17
c) ¿Cómo respondo a la verdad de Dios? Santiago 1:18-25
d) ¿cómo refreno mi lengua? Santiago 1:26

Cuando maduramos, la vida cristiana se prolonga al disfrutar el ser de utilidad y servicio.
Bendiciones y hasta pronto.