lunes, 29 de diciembre de 2014

LA EXCELENCIA DE LA ADORACIÓN




La Biblia dice en Juan 4:23 y 24 de la siguiente manera: Más la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.

Usted y yo fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, esa facultad incluye la capacidad de crear belleza y apreciarla. Ahora bien debemos entender que la percepción de belleza pueda variar entre personas y culturas, los humanos en general reaccionamos de conformidad a lo que creemos y según nuestra percepción podemos concluir que es y que no es bello.

Por tal motivo necesitamos comprender que no todos posemos el mismo concepto de belleza, y que no todos apreciamos de la misma manera lo que otros ven u oyen. Ahora bien no significa esto que concluyamos que la belleza es simplemente intangible y que depende por completo del gusto, de la cultura o de la preferencia de cada cual.

Tenemos el caso del Salmos 27:4 que dice de la siguiente manera: Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.
Para David es mejor estar en la casa de Jehová todos los días de su vida, el fin de su anhelo es contemplar la hermosura de Dios. Ósea que para David Dios es lo más hermoso que pueda existir

Usted puede estar seguro de que el Dios que se revela en las Escrituras se complace en permitirle a usted que le pueda contemplar. Pero la realidad es que la gran mayoría de la raza humana no está interesada en estar un minuto al lado de Dios, por el contrario ellos prefieren mantenerse alejados de Dios, debido a la manera como les fue presentado, si, a muchas personas no les agrada estar con Dios porque no les gusta lo que conocen de Él. Entonces podemos decir que la Belleza de Dios es Universal; Él es infinitamente Precioso, lamentablemente mucha gente tiene mal gusto debido a su naturaleza pecaminosa.

El pecado desfiguro la apreciación de la verdadera belleza, e incluso la esconde de nuestros ojos. Un hombre incrédulo puede apreciar la excelencia de una obra artística en su sentido general, pero no está en la capacidad de apreciar la belleza de la magnificencia de Dios, ósea que no puede ver la verdadera belleza Espiritual; él está completamente ciego espiritualmente hablando, como dice Pablo en 2 Corintios 4:3y4

Pero uno de los efectos adyacentes de la salvación es que produce en nosotros un cambio fundamental en la forma como percibimos las cosas y que nos permite alcanzar una nueva apreciación por la belleza. Cuando los ojos de nuestro entendimiento son abiertos en la regeneración, podemos apreciar la belleza y la gloria de nuestro Salvador y reaccionar admirados ante ella. Esa es una parte integral de nuestra adoración. Antes estábamos ciegos, pero ahora vemos; y lo que vemos de Cristo nos llena de un gozo indescriptible y admirable, como dice 1 Pedro 1:8

El asunto es que la naturaleza pecaminosa nos capacito para ser auto engañados y pensar que estamos respondiendo adecuadamente a la verdad de Dios revelada en Su Palabra, cuando podría ser un simple disfrute del estímulo intelectual y atractivo que nos brinda por ejemplo la presentación de la verdad en una buena predicación o la hermosura del acompañamiento instrumental de un himno. En otras palabras, fácilmente podemos confundir una respuesta artística con la verdadera emoción que se produce en el corazón del creyente cuando sabe que se encuentra ante la presencia de un Dios lleno de gloria y de majestad.

No hay que ser un creyente para ser movido por la hermosura de un día radiante de sol. Esto simplemente evidencia el hecho de que el hombre fue creado con la capacidad de responder a la belleza. Pero sólo aquel que ha sido engendrado de nuevo puede apreciar  lo que realmente es bello por encima de lo físico y que es parte inherente de la verdadera adoración.

Cuando usted va a la iglesia lleva un solo propósito. Pero se encontrara con tanta belleza que podría aislarlo por completo de su fin. Por ejemplo la belleza de la liturgia, los hujieres en la puerta con su amable atención al recibirles, la forma tan hermosa de los cantos, la ceremonia tan preciosa de la cena del Señor, la preciosidad de la predicación, y la amabilidad de los diáconos ayudándoles. Todo eso le podrá distraer del propósito por el cual usted va a la iglesia. Pues su fin es tener un encuentro con Dios, adorarle en el sentido estricto del término.

Es por eso que al reunirnos como iglesia debemos evitar todo aquello que pueda llegar a ser una distracción del propósito supremo por el cual nos hemos reunido allí: adorar al Dios vivo y verdadero en espíritu y en verdad. Eso no quiere decir que debamos caer en el extremo de hacerlo en una forma mediocre para que no distraiga.

Depende de la manera como usted ve a Dios para que la adoración sea la adecuada, de lo contrario terminará adorando a cualquier cosa menos a Dios.

La iglesia local tiene que ser ajustada a su tarea de transmitir el peso y la majestuosidad de Dios. Consecuentemente necesita manifestar simplicidad, sobriedad y ser cumplida, debemos tratar de alcanzar una excelencia que no distraiga. Concentrarnos en Él, ese es el balance: una excelencia que no cause distracción.

Esa fue una de las preocupaciones de Pablo cuando predicó el evangelio en Corinto: 1 Corintios 2:1al5  Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. 2 Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. 3 Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; 4 y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, 5 para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

Esto nos estimula a esforzarnos en darle a Dios una adoración excelente, mientras nos cuidamos de no convertir el culto en una sala de espectáculo donde la creatividad artística de los músicos, o incluso del predicador, sea el centro de atención.

Nuestros cultos congregacionales no son un espectáculo. Al ir a congregarnos debemos hacerlo solo para darle la gloria a Dios a través de nuestro Señor Jesucristo, respondiendo a lo que Él ha revelado de Sí mismo en Su Palabra. Si nuestro intelecto, nuestra voluntad y nuestras emociones no son gobernados por el entendimiento de la revelación divina seremos fácilmente manipulados y arrastrados a una falsa adoración.

Bendiciones y hasta pronto

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