La Biblia dice en Juan 8:34 de la siguiente manera: Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.
La esclavitud elimina el derecho a
elegir.
En este versículo Jesús hace una declaración definida clara e irrefutable,
podemos notar que está usando una expresión
que nos traslada al tiempo de los profetas cuando decían: "Así dice
Jehová". Ahora bien aquí vemos algo importante, Jesús como Dios encarnado,
podía hablar en su propio nombre, por tal razón les dijo: De cierto, de cierto
os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.
Ahora bien: la afirmación que Jesús
hizo era universal, por lo tanto abarcaba a toda la raza humana, ósea encerraba
a toda a creación; judíos y gentiles.
El apóstol Pablo trató el mismo tema
al escribir la carta a los romanos: Romanos
6:16 ¿No sabéis que si os sometéis a
alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien
obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?
Aquí Pablo no estaba hablando de la
esclavitud política a la que por siglos habían estado sometidos los judíos, Pablo
está hablando de la naturaleza de la esclavitud del pecado. Y no hay ninguna
servidumbre que pueda compararse con tal esclavitud. El pecado ha corrompido a
toda la raza humana, ha desfigurado la imagen de Dios en su creación.
El pecado ha mantenido a la raza
humana encadenada con cadenas invisibles que solo pueden ser rotas creyendo que
Jesús murió en lugar nuestro pagando así nuestra deuda de pecado.
La servidumbre del pecado es más demoledora
que la que pueda imponer los poderes políticos, puesto que su fin es la muerte y
a la condenación eterna.
Lamentablemente, el pecado ha segado
el entendimiento de la raza humana a tal punto que no quieren reconocer su
esclavitud. No quieren aceptar que el pecado les ha derrotado y que no pueden
hacer nada para liberarse de las garras del pecado. Ellos no quieren aceptar que
están sometidos a vivir como esclavos de vicios y deleites diversos Tito 3:3, no quieren entender que
jamás podrán por sus fuerzas librarse de tal yugo.
No quieren aceptar que cada nuevo
pecado que cometen se convierte en la causa de otros pecados, al punto que viven
solo para satisfacer sus deseos pecaminosos. Y lejos de librarse de ellos, el
poder del pecado los oprimirá más y más.
Por otro lado, muchos pecadores no
sólo se niegan a aceptar su estado, sino que se burlan de él. En ocasiones pueden
llegar a reconocer que algunas de las cosas que hacen les están destruyendo,
pero afirman hacerlas porque les gusta y se muestran seguros de poder dejarlas
en el momento en que lo deseen.
Ellos ignoran que el pecado, es el
peor de los narcóticos, y que su fin es crear hábitos pecaminosos que destruyen
todo o que tocan.
El pecado es un poder insólito que se
apodera de la persona y llega a dominar la mente las emociones y la voluntad.
Entiéndase que no sólo podemos
apuntar a pecados como la borrachera o las drogas, sabiendo que cualquier
pecado provoca este mismo efecto; ya sea la codicia, la envidia, la avaricia,
vicios de carácter sexual, el orgullo, o la rebeldía puesto que todos son iguales.
La enseñanza de Jesús no es que
podemos ser mejores, sino que podemos ser liberados, y tal liberación solo
puede ser obtenida por medio de Él, pues fuera de él no hay liberación de
pecado, y cada uno de los que somos creyentes lo sabemos por experiencia propia.
Ahora bien necesitamos comprender el
orden de nuestra libertad
El primer paso para la libertad consiste
en creer en Jesús como nuestro libertador, reconocer y aceptar nuestro estado
natural de pecado.
Usted necesita darse cuenta de que ha
perdido el control sobre su libre albedrio, o voluntad, ósea que ya no puede
tomar sus propias decisiones y que finalmente se está destruyendo progresivamente.
Le aseguro que si comienza a
examinarse hoy, y decide reconocer que está sumergido en la desgracia del
pecado, y cree en la libertad que la Muerte de Jesús en la Fría y dura Cruz del
calvario nos ofrece. Su vida cambiara.
Bendiciones y hasta pronto
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