Porque
habéis sido comprados por precio; glorificad,
pues, a Dios en vuestro cuerpo y
en vuestro espíritu, los cuales son de
Dios.
Puesto
que Dios es amor 1
Juan 4:16, quizá creamos que el hecho de brindarnos esta liberación amorosa
le tomó poco esfuerzo. Sin embargo, esta
obra salvadora tuvo un precio muy alto.
Demandó que el Padre enviara a su Hijo unigénito a morir en una cruz. El Señor Jesús fue traicionado, quebrantado,
azotado, humillado y asesinado.
No
obstante, el dolor físico fue sólo parte de la tortura; el precio pagado por
nuestra salvación puede aquilatarse mejor por su clamor desde la cruz: Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Mateo
27:46; Marcos
15:34. En ese instante el Dios todopoderoso se separó de su Hijo, con quien
había vivido en unión perfecta por toda la eternidad. Ahí, separado del Padre,
el Señor Jesucristo probó la crudeza de estar separado del Padre por todo el
ser humano que haya existido o que nacería.
Esa
fue la demostración más profunda del amor de Dios por nosotros, no porque Él
haya permitido que Cristo muriera, sino porque diera la espalda a su Hijo para
que Él pudiera probar por sí mismo lo que es la muerte eterna, tomando el lugar
de toda la humanidad. Si nosotros resistimos su amor aun tratando de ganar el
favor de Dios por nuestra cuenta, en efecto estaremos diciéndole que su
sacrificio no fue suficiente.
Bendiciones y hasta pronto
No hay comentarios:
Publicar un comentario